Ayer estuve con mi padre. Recientemente se ha jubilado y su vida ha cambiado por completo. Al principio, pensé que no le gustaría estar desocupado, pero me sorprendió lo rápido que se adaptó a su nueva situación.
Hace unos meses vivía en una gran ciudad, Barcelona, y su día a día consistía en madrugar de lunes a viernes, conducir durante una hora, trabajar 8 horas sentado en la oficina y regresar a casa acumulando 1 hora más de tráfico estresante en la carretera.
Y ahora está viviendo en el pueblo cercano a Lleida. En un pueblo muy “pueblo”, con no más de 150 habitantes, 1 bar, 0 tiendas, 20 tractores, 300 ovejas… pero hasta dónde llegan los paquetes de las compras que haces por internet- factor importante para mi padre – y en el que le sobra espacio para montar un taller enorme para hacer inventos extraños que solo podría usar él. Su vida ha cambiado a mejor y tiene claro que ahora no tiene ni quiere obligaciones, solo hobbies.
Pues bien, ese es mi padre, exfumador reincidente, que parece que por fin logrará renunciar al tabaco. ¿Interés por el deporte? ¡Claro! El fútbol, el que se ve por la tele o en el campo. A su favor, no come de más, aunque podría mejorar la dieta, y se mueve, permanece activo haciendo sus inventos y sus cosas por casa.
Pues os cuento todo esto, porque refleja la realidad de muchos otros y porque son este tipo de personas las que nos visitan frecuentemente por dolores que permanecen en el tiempo, sin explicación aparente.
Mi padre no ha sido mucho de quejarse, pero el otro día me recordaba aquel dolor cervical que tuvo durante más de 12 meses y que le incordió en esa última etapa laboral, en la que solo decía estar harto de todo. Me dijo:
“Tenías razón en esas cosas que me explicabas, teniendo tiempo para cuidarme, el dolor fue menguando hasta desaparecer. Pero sin hacer cambios, las cosas no ocurren, los sensores de los que hablabas no se calibran”
Así pues, comparto con vosotros la metáfora que utilicé en su día para explicarle la nocicepción y el dolor:
“Verás papá, el cuerpo es una máquina de lo más sofisticada y tiene prestaciones para avisarte de las situaciones consideradas como peligrosas. Tu nuevo coche tiene unos sensores que detectan cuando te acercas demasiado a la columna del parking ¿verdad? Pues el sistema nervioso guarda cierto parecido. Si detecta una situación de peligro, puede considerar generar dolor o fatiga, para que evites seguir con la actividad. Con el coche igual ¿no? Tú escuchas el pitido y decides no seguir en esa dirección.
Fíjate en este matiz, que el coche haya pitado no significa que hayas roto el intermitente, sin embargo, ha pitado ¡Ha dolido! También es cierto que, a veces, hay situaciones en las que se rompen intermitentes, y es que los accidentes suceden; pero lo que quiero que veas con este ejemplo, es que el DOLOR se ha anticipado al DAÑO para protegernos. Por lo tanto, no hay que temer al dolor, es un sistema de seguridad que nos protege ante posibles amenazas.
De todos modos, y dado el caso, tenemos que valorar que los sensores del coche podrían no funcionar debidamente y hacer sonar el pitido sin un peligro real de choque ¿podría ser, verdad?
¡Pues sí! Imagina que se volvieran excesivamente sensibles, seguro que la conducción sería molesta y realizaríamos maniobras extrañas para evitar que sonara el pitido. ¿Y entonces qué debemos hacer? ¿Aparcar el coche en el garaje? ¡Pues no! Vamos a que nos lo reparen. Pero date cuenta ¿Qué tenemos que arreglar: el intermitente o el sensor?”
“¡EL SENSOR, HAY QUE CALIBRARLO!”
“Bien, queda claro pues que podemos tener dolor sin daño en los tejidos»
«Pues verás papá: hay que entender de sensores para arreglar un sensor. Así que hay que entender de dolor para solucionar el dolor. Y es por eso que voy a explicarte más adelante algún otro detalle de cómo funciona nuestro cuerpo.
Por hoy solo quiero que te des cuenta de que puedes seguir conduciendo.
NO HAY PELIGRO, vamos a ignorar el pitido, tenemos muchos otros sentidos para seguir con total seguridad manejando el coche ¿no?.
Estos días vamos a ir trabajando para recuperar los niveles normales de sensibilidad y, además, tomaremos varias clases prácticas para volver a maniobrar sin ninguna duda.”

En ese momento me pareció que no me hacía mucho caso, pero ya veis, a día de hoy se acordaba de los sensores y había llegado a una buena conclusión:
“Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo” y es que a mi padre le encantan las frases celebres de Albert Einstein 😉
CONOCER SUS CREENCIAS, VALORAR SU SITUACIÓN, ESCUCHAR Y EDUCAR AL PACIENTE.
Sí, eso es también fisioterapia.